viernes, julio 06, 2007

Pichancha y Cioran

Pichancha no habia puesto un pie en la casa durante todo el dia. Una gata blanca presa de sus hormonas atraia gatos callejeros a los linderos de su hogar, mi hogar. Exaltados, los felinos se enfrascaban en batallas epicas, en cantos guturales y tenebrosos. Algunos osados quisieron marcar territorio con orines impregnados de ansias de persistir. Mala elección. Esté es mi territorio, dijo Pichancha, con la elasticidad de su delgado cuerpo se abalanzó contra los forasteros, su mente estaba clara, no habia celo ni exitación empañando sus acciones. No hubo sangre, bastó con que enseñara los dientes, como una cobra peluda.Cuando todos se fueron huyendo sobre el borde de las paredes, le pregunte: ¿Mija, por que es así con esos gatos, pobrecitos, no ves que a ellos, humanos inconcientes los echaron a la calle y por si fuera poco, los que tienen dueño no los han esterilizado? Y ella, lamiendose una pata me contestó: No es mi problema, problema es que no me dejen a gusto seguir leyendo a Ciorán sobre las azoteas ¿o que creés que hago todo el dia en la azotea? ¿dormir?, no pequeña aprendiz de gato (así me dice), leo a Ciorán al sol, en mi silencio repaso sus aforismos, sus letras, sus sueños y en mi maullido sostengo sus verdades.
Pensé que acasó su mal humor de debía a que ella ya no podrá participar de esas orgías, no más deseo quemante en su utero vacio. Pero ella me respondío: ayer leí en Breviario de podredumbre "Habiendo vivido y verificado todos los argumentos contra la vida, la he despojado de sus sabores y, enfangado en sus heces, he sentido su desnudez. He conocido la metafísica postsexual, el vacío del universo inútilmente procreado y esa disipación de sudor que nos hunde en un frío inmemorial, anterior a los furores de la materia(...) Cada deseo humilla la suma de nuestras verdades y nos olbiga a reconsiderar nuestras negaciones. (...) Esperabamos no ser ya hijos de este mundo y henos aquí sometidos a los apetitos como asceta equívocos, dueños del tiempo y enfeudados en las glándulas.

Después, me miró con esa expresión extraña de ¿me entendiste?, se estiró plácidamente y me dijo: anda, deja de pensar bobadas y vamos a dormir.

Así, señoras y señores, a mi gato le gusta Émile Michel Cioran.

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